viernes, 15 de febrero de 2019

DEL OTRO LADO DE LA VALLA 

Ya es tarde para mí; estoy del otro lado de la cerca.

De este lado el césped no es demasiado verde y la distancia de aquí a la puerta principal son diez pasos más de los pensados.

Toda distancia me resulta infranqueable.

Permanezco estático, al menos por ahora, observando el sutil movimiento de la hierba. Por detrás la casa donde debes de estar; lo desconozco, removiendo el polvo, preparando el desayuno, esperando a que yo dé un paso más.
Por las noches observo el pavimento, la marca de mi pies en la tierra, la fisura de los huecos, el terreno ficticio de la imaginación; hoy por hoy únicamente doy golpes inaudibles, golpes al interior de los sueños y pequeños arañazos en la superficie de la valla.

Pero he comenzado a moverme.

Camino en círculos como un perro que desea volver al hogar.


Te he visto en las calles de Buenos Aires, mientras fumaba en una esquina de Avenida Corrientes, en las calles de Madrid y Londres, y no eras exactamente tú, o una no muy diferente. En un comienzo eras pelirroja y te acercabas con una sonrisa pálida que cruzaba tu rostro de rabo a rabo y no dejaba espacio para detalles. Tu presencia cubría tus palabras y todo lo demás. En otras ocasiones eras rubia, o más bien emanaba de ti un brillo extraño. Tu mirada lo cubría todo. También eras una mancha borrosa en el rabillo del ojo, una sombra distante. Podía ponerte el rostro que quisiera y hablar sin miedo pues lo más seguro era que no escuchabas.

Pero nunca hablé de amor pues para eso están los poetas, y yo nunca lo he sido. Para eso están los eternos enamorados, los que golpean con fuerza la corteza de la tierra y elevan sus copas para celebrar un amor expectante. Para eso están los saltimbanquis, músicos y literatos, los que festejan el amor y el folclor por igual.

Si hablara de amor diría que desde aquí me parece una luz de vela que asoma con timidez por la ventana. Diría que diez pasos es un esfuerzo sobrehumano para cualquiera con el corazón en la mano. Diría que puedes llamarlo como quieras, pero la sensación es la misma y el sentimiento es el mismo y el dolor es el mismo, pero nunca he osado llamarlo amor.

Si hablara de algo hablaría de lo difícil que es ver cómo pasas delante de mis ojos. Hablaría del tiempo que he perdido y de lo pequeño que me he vuelto. 

Si amaramos como nadie, saltaría la cerca y daría aquellos diez pasos y golpearía a tu puerta. Te pensaría antes de que arribaras. Imaginaría tu maquillaje, tu vestimenta, el perfil de tu silueta, y querría entrar de golpe pues a la intemperie nada resulta gracioso ni muy romántico.

Si amaramos te esperaría en el portal de la cocina y respiraría el aire hogareño, daría un suspiro. Tú me dirías de ir a dormir. Yo permanecería haciendo la vigilia, cuidando la zona, que todo estuviese en su lugar. Escribiría sobre amor y bebería el café que has preparado para mí antes de abandonar el encuentro. 

Si amara sería un poco más valiente y no callaría estas palabras. Las dejaría, como siempre, sobre un papel para quien desee leerlas y hacerse de ellas. 

Por Daniel Santiesteban
Jueves 14 de Febrero de 2019