ANTES DE LA LUNA
(vii)
(vii)
Desde mi cama observo,
el despertar de Santiago,
alado, vibrante, cauteloso,
ahogado en su propia polvareda,
terquedad y desesperanza.
Presiento el golpe.
Es el mismo golpe rudimentario
del asesino que alza las manos
y que hunde con insistencia el puñal
en una carne que no es carne sino
cartílago.
Ahora es una mujer
la que grita y corre en dirección de la
luna.
Antes fui yo
el que desvarió frente a las filas
enemigas
cayendo presa del mismo espejismo.
Es una marca distinta
la que asoma tras el San Cristóbal.
Una masacre de luces y reflejos
que nada significan,
únicamente presentan el espectáculo de las
pléyades.