viernes, 25 de diciembre de 2015

EL ALMA ANTES DE TODO

No es de extrañar que casi todo se pierda en el transcurso de una vida, con el paso de los años.
No resulta extraño, para nadie, decir que se aboga, de forma equivoca, y hasta el cansancio, para que todo permanezca inalterado y al alcance de la mano. Al alcance de nuestro corazones.
Nada más erróneo y contradictorio, sobre todo en una fecha como la actual, en la cual dejar de lado la importancia de lo ganado debiera ser el único obsequio meritorio.
Se cree, de manera errónea, hay que decirlo, que todo debe permanecer con nosotros por el resto de nuestros días, como un cuerpo muerto y pesado que se arrastra hacia otros territorios. Entonces, cuando todo desespera, se grita y se pide a la suerte que sea justa, o por lo menos que nos tenga en cuenta al momento de arrojar los dados. Que nos devuelva las energías invertidas. Las risas propiciadas.
Es el alma el que se manifiesta.

Ya lo he dicho, constante y sonante: se es libre únicamente cuando se está dispuesto a perderlo todo. El corolario de ésta idea sería: se es libre cuando no se teme perder nada en absoluto.
Uno dá y se queda con los brazos extendidos y las palmas de las manos abiertas, esperando el regocijo, la devolución del compromiso. Uno permanece en el mismo sitio por demasiado tiempo esperando a que algo ocurra, dejando cualquier reacción a factores externos. Por esa razón la risa ajena siempre suena más estridente, más brillante. Los besos que se dan los demás mas enternecedores que los propios, pues el estar parado y observando hace que todo lo demás avance en el sentido de la vida, y todo lo que se mueve en esa dirección nos bendice, en algún momento, con la belleza de la despedida.

En cuanto a la libertad, a pesar de que sea una gran vitoria que arengar frente a nuestros enemigos, o valor último por alcanzar según algunos pensadores, hay que decir, sin más miramientos, que ésta únicamente se mueve en el terreno del alma y en ningún otro. Los que buscan la libertad en el campo de la materialidad erran su cometido. Por esta razón el único ser libre es aquél que luego de entregar el alma está dispuesto a sacrificarla. El alma se entrega al mundo, se expande, se abre y se deja ir. Pero del alma se desconoce su estado y su materia. Se empuña como signo, pero se desconoce para que fin se porta una. Y se cree, equivocadamente, que se tiene una desde el comienzo, cuando en realidad se gana en el trascurso de la vida. Por esta razón, lo que más cuesta ganar, un alma con todo su peso, es lo que debe dejarse de lado y entregarse para lograr una merecida libertad.

Y la única razón que tiene el alma es otorgarse a sí misma.
Éste es el único obsequio que debe entregarse una vez y por todas.

Y el estar dispuesto frente a todo sin miedo renunciar a uno mismo y a todo lo que sigue, que es derecho, vida y muerte por consiguiente.

(Volver al inicio)