domingo, 28 de diciembre de 2014

UNA DISTANTE PERO HONESTA VIDA

Ciertamente he de dejar mi hogar; así también he de hacerme cargo de todo lo que eso implica. El agobio y la inexactitud, en consecuencia, todo acto de relación con el pasado.
He de dejar todo atrás si de eso trata el salir airoso de cuanta situación adversa se avecine.

He escuchado tu voz al final de un corredor y me he puesto a con eso, a con la idea definitiva de llegar, sin contratiempos, a final de trecho.
No hay razones para estar orgulloso, tampoco desilusionado, y menos desesperanzado. He escogido salir de entre las piernas de cada mujer para cobijar, sin esperar nada a cambió, los restos del diluvio.
Son épocas de gloria, de pensar con bastión en mano cuáles cosas permanecen y cuáles cosas deben olvidarse sobre los estantes. De saber, a ciencia cierta, cuáles memorias deben ser portadas en los bolsillos.

Una chica baila todos los días con un hombre diferente, y no es de esperar ni más ni menos. No estará dispuesta a cambiar su danza por un corazón que no está dispuesto a latir al ritmo de sus tambores.

Al término de toda causa y consecuencia, se sacan cuentas, se suman y se restan las caídas; nada vale el sacrificio, excepto el mismo sacrificio que es, de por sí, el centro de todo el asunto.
Al término de ires y venires se establecen ángulos y alguno que otro punto de referencia. Se toman manos y decisiones, con la creencia férrea de que siempre habrá certeza en lo correcto. Y brindamos a por los dioses sin caer muy en cuenta de nuestra fuerza. Y rezamos sin saber muy bien a qué otros menhires.

Han salido a relucir las heridas de sendas batallas. Se han delatado los cobardes y los desertores. No renunciaré jamás a una batalla que yo mismo he iniciado. No dejaré de lado a los muertos de mi propia estampa. Me abriré paso a punta de fusil. Como los valientes que ya no abundan en absoluto.

Bien en sabido que a final de un año se imagina uno próximo mejor; se hacen rituales, y se besa lo más cercano al alcance de la mano. No es de extrañar que todo se desmorone apenas asoman las grietas. Las ratas son las primeras en abandonar un barco que naufraga. Pues se olvida que las penas pasadas deben enterrarse en una tumba diferente; en un invierno distinto.

Por suerte los inviernos aún permanecen lejos, en latitudes extrañas. En regiones incomprensibles.

Has de abrir los brazos en señal de felicidad si me ves aparcar junto a tus inviernos; es tiempo de comenzar un nuevo año con las promesas tildadas en mi agenda. He de dejar mi hogar y esperar a que la dicha no haga más que honrarnos, así mismo como el corazón no ha hecho más que mantenernos con vida.

Una distante pero honesta vida.