domingo, 1 de septiembre de 2013

CUESTIONES AFERRADAS

A pesar de que las cosas tienen extrañas maneras de aferrarse a la vida, uno termina dimitiendo y olvidando y acertando siempre en blancos equivocados y arrastrando los pies por aceras no permitidas y gritando hacia los cuatro cielos superiores: ¡Estamos cansados de todo este juego!

He soñado que estaba en una jaula. He visto (he sentido) al interior de ésta el peor de los castigos: en derredor el desamparo.
El mundo se nos enseña tras los barrotes.

He soñado con que me telefoneaba y me decía con la misma dulce pero lejana voz de siempre: he cometido errores y mis ausencias son propias de un espíritu terrible. La verdad es que los errores(comúnmente los errores que profesan los otros) son errores de uno que ese extienden hasta el infinito, como una pila de piezas de dominó que caen sin más.

Me he puesto a pensar en esto mientras bajo por calle Defensa y me dirijo al cafetín en donde siempre comparto con mis congéneres. Me he involucrado en una conversación con una chica que arremete como el fantasma de natividades pasadas, liviana y serena, como un espíritu en desgracia. Pues he pensado en esto y en la extraña forma que tienen las cosas de aferrarse a la vida, cuestión sumamente importante desde que de vez en cuando estoy obstinado (inconscientemente, claro está) en derruir el pasado, implosionar minas y cavar tumbas de posibles futuros. ¿Acaso no sería más propio de Dios y de la bienaventuranza que no aferremos nada a la poca capacidad que tenemos de cuidar nuestras propias emociones aferradas?

Tomando aquel café he pensado en cruzar distancias esperadas, pero me he sorprendido, amargamente, con la virtud que posee uno (yo por lo menos) de recordar hasta la más mínima de las desgracias, y esto me convierte en una especie de meta parásito con sangre de varios huéspedes corriendo por mis venas, hijo de de todas y cada una de mis lamentaciones; mis desgracias se han vuelto parte de mi estructura tanto como las estructuras se han vuelto rutina y café y palabras de aliento y frases del estilo: estoy hecho de contras y a la inversa, apelando a la virtud de la desgracia.
Según me dice la chica con la que me he involucrado en esta frugal conversación, yo tendría la capacidad para soltar todas y cada una de las desgracias aferradas a mi estructura, cosa que, por lo demás, siempre ha sido mi fuerte atlético cuando porto sonrisas en el rostro y dicha en los bolsillos. De igual forma, hay ciertas molestias que no se desprenden aunque uno se esmere en pegar saltos y en lavarse con lejía hasta el mismo agujero del culo.

Estas lamentables apreciaciones aparecen en retazos de marca, en fragmentos de potencia, como poesía conspirativa, sueños dentro de otros sueños, rostros al interior de torsos, y quemaduras dentro de cuerpos inservibles. 

He soñado con que nuevamente me telefoneaba. Su voz parecía era incluso más real que cuando la tuve cerca. El aroma de su sudor mucho más intenso y revelador. ¿Será que la memoria nos presenta la realidad tajante y seductora únicamente luego de perder todo contacto con el objeto y con la tiranía de su contacto? 
Para tiranías yo no tengo alma de cerdo domesticado, y he pensado, retomando la conversación y el espacio del café, que me deparan días extraños - días aún más extraños (tomando todas las distancias posibles) - junto a las cosas que no dejan de aferrarse a mi centro, a mi cabeza y al centro de mis esperanzas.

He estado por más de media hora intentando dilucidar el por qué y el hasta cuándo de aquellas vicisitudes (más que vicisitudes, algoritmos del recuerdo), abriendo viejos cuadernos de temporadas anteriores y trazando rutas hacia un "esto alternativo", como sujeto a la tentación del estar en otro sitio (o quizá en el mismo cuadrante) vestido de otra forma, con otro mostacho bajo el naso, con otros pantalones y con otro par de pelotas insertas en el entrepierna.
Me he percatado de que no hay sentido en esta práctica, así como no hay sentido en arrojar piedras a un arroyo que arrastra lo que sea hasta el mismo lecho del mar, pues he visto que para intentar expulsar de mi mano manos que no desean ser expulsadas, debo exponer los viejos libros de la buena memoria, esbozar con pinceles ya resecos y escupir el sagrado tomo de la satisfacción pasada.
¡Que hastío y que necesario! ¿Será cierto nacimiento guiado por estrellas altaneras? Pues, como debe ser, me ha llegado el turno del viaje junto al espectro de natividades futuras, y he soñado (despierto, y no en cama esta vez) con el mismo viejo arrollo y con que las cosas aferradas no pretenden dejar el curso natural de un estadio placentero.

He bebido mi café y procesado las ideas. Como luego de un choque violento contra un muro de alucinaciones, me he sentido; buscando sobrevivientes en el frío pavimento de junto. Aun así, y a pesar de todas estas cuestiones de Domingo por la tarde, no han desaparecido las llamadas inconclusas, y los llamados a pensar en un mero choque de corriente en el centro del encéfalo para el despertar de nuevos sentidos son cada vez más alarmantes.
Me preparo para agitar una vez más las aguas, para pegar saltos de más de nueve pisos de altura, y para caer, si es necesario, desde otros cuantos rascacielos, todo con el fin último de desapegar esas extrañas cosas que no dejan de aferrarse a la vida, y para dar espacio, con la clara intención de un harto del peso extra del lastre, a los fragmentos que van aferrándose a uno en el camino.

He dejado mi café - que ya a estas alturas no es la meta ni el proceso, ni siquiera una excusa - y he ido a por ese whisky que quizá pueda permitirme el lujo de desengancharme de todo lo anterior.
Lo único que espero es no aferrarme a esto, ni seguir dimitiendo, ni acertando en blancos equivocados. Espero, sentado en otro taburete, que al final de la caída no grite con desesperación: ¡Estamos todos cansados de este juego!

Domingo 01 de Septiembre de 2013