domingo, 21 de abril de 2013




JAQUE MATE

¿Quién rayos vino a poner las piezas sobre mi tablero? Nunca le pedí a nadie que me incluyera en el juego.
Las reglas son, generalmente, estúpidas. La gente habla, y desde luego, yo también, o eso creo entender. Y que más da si los estantes están llenos de cartas vacías y sobres vacíos y libros vacíos y vasos vacíos, y nunca nadie estableció que la regla primordial era decir hasta desfallecer "que se caguen todos, me quedo en casa y ya basta de melodramas", Sigo por la senda.

Leí hace algunos días, en el titular de una prestigiosa revista, la ascensión al título de "Genio" de un reconocido deportista, y no encontré más remedio que dilucidar el algoritmo farsante con que los demás organizan su vida y sus asuntos de interés.
Un gran amigo solía decir: "Siempre los genios tienen respuestas para todo y soluciones para nada". No podía estar más de acuerdo con la premisa de mi amigo. Pero, después de todo, ¿qué era eso del genio?, o ¿qué tienen los genios de geniales? Había escuchado a supuestos genios hablar con la misma sana estupidez con que murmullan los locos en las celdas de los psiquiátricos, y había visto cargar a un montón de brillantes absurdos los libros de su frágil memoria. Y a pesar de que una chica me dijo alguna vez: "Puedes confiar en que la gente carga libros en sus corazones", yo le decía que podía desconfiar pues siempre son más los libros olvidados en casa y desconfía de los genios pues el genio siempre es una arma muy bien oculta en el hogar.

Semejante titular elaborado era parte de un juego de palabras, de un juego deportivo y de un juego mayor. Pues si de juegos absurdos de trata, pensé, yo ya estoy en éste, y no queda más remedio que anotar la mayor puntuación que se pueda o hacer el menor esfuerzo posible y salir victorioso de todas formas.  Pensé en que aunque los demás te digan que tienes un millar de oportunidades la verdad es que sólo tienes una bala, y si esa bala no da en el blanco no comerás de la bestia sagrada y no beberás del néctar hepático de los dioses.
Entonces ese genio vendría siendo un gran elaborador de juegos, o quizá el juego mismo o un gran jugador multiplicado en todas sus posiciones. O quizá el genio sepa que todo este juego ya está perdido y que no vale la pena seguir jugando bajo las reglas que vaya saber uno quién mierda ha impuesto. Entonces ya no siente el miedo de cagarse sobre el espíritu del otro ni de robar el corazón de una chica anestesiada por el dolor pues qué se pierde si no hay castigo que sepa detener el crimen de la muerte de la vida bajo las reglas.

Liberados, pero no liberadores, de la marca de la zona. Fuera ya de los movimientos y el espacio controlado, sin necesidad de gritos ni algarabías, ni siquiera palabras.

Cuando los discípulos de Lacan concurrían donde el maestro a por una respuesta, éste no les dirigía palabra alguna salvo más que para nombrar algún libro o algún autor en particular. Tamaño silencio se necesita pues de ruido existen muchas clases pero de silencio únicamente el esperado.
Es verdad que los genios reales se quedan en silencio presenciando el azote de los otros. No hay ballesta que atraviese la carne dura de su exterioridad. Permanecen al margen, son los que mueven las piezas desde lo externo. Son los que hacen el jaque en un único movimiento, por eso la confianza en acertar con la única bala disponible; el de ganar el juego con una sola pieza disponible.
Así que es posible que su imagen , el derecho a llevar el estigma de su lugar imposible sobre la solapa, no requiera más que el silencio sabio de los que ya esconden su resto fuera de toda partida.

"¡Estamos en tabla, sigamos a la próxima partida!"
Mi rey está indispuesto y ha abandonado ya todas sus armas.

Estará, a estas alturas, el derecho a hablar sobre otros asuntos y el exceso de brillantez no viene al caso. El asunto es que a nadie le pedí que me incluyera en el juego. Realmente nadie pide que se le incluya en el juego y, lo que es peor, nadie pide que se le excluya de éste.
Puede ser que la genialidad consista en dejar el juego a medio camino, sin importar las tendencias ni las apuesta a favor o en contra. Cómo bien decía el bueno de Bobby Fischer: "Lo importante en el ajedrez son los buenos movimientos". El mejor movimiento es la no necesidad de seguir jugando porque ya has sobrepasado las reglas y el derecho al triunfo.
Y la verdad es que eso de ser genio no me cabe en los bolsillos, y es que ningún genio se detendría a leer el titular de una prestigiosa revista. Probablemente este se estaría limpiando el culo con las páginas sociales mientras juega ajedrez con su reflejo fuera de todo competición y sin cronómetros que marquen el paso de las jugadas.

Daniel Santiesteban
Domingo 21 de Abril de 12013